Los supersónicos: de la edad de piedra a un futuro que ya llegó

Por, Diana L. Ortega |

Son una familia que rara vez discute, vive en los cielos, no tiene vecinos, solo trabaja el papá tres horas al día, tienen robot doméstico, un perro que ya casi habla perfectamente y la tecnología maneja sus vidas. Así son Los Supersónicos, un prototipo de hogar del año 2062 creado para una serie animada en los sesenta por William Hanna y Joseph Barbera, dos estadounidenses de papás inmigrantes, quienes se conocieron en 1937 mientras trabajaban en los estudios de Metro Goldwyn Mayer (MGM), una compañía estadounidense de producción y distribución de películas de cine y programas de televisión.


Estos dos hombres crearon 20 años después Hanna-Barbera, el estudio de televisión más exitoso en ese tiempo. Gracias a ellos surgieron series como Los PicapiedrasScooby-DooLos PitufosDon Gato, el Show del Oso Yogi y Los Supersónicos. Estas series llegaron a Colombia por diferentes productoras, en el caso de Los Supersónicos, en los años noventa los derechos de emisión los adquirió la programadora y productora de televisión Cenpro TV para transmitirlas por el canal público Canal A, que antes de 1992 se llamaba Cadena Dos. Actualmente el Canal A no existe y la productora que era propiedad de padres jesuitas devolvió sus espacios a la Comisión Nacional de Televisión en septiembre del 2000 por la crisis de los canales públicos, ante la llegada de la televisión privada en Colombia.
Me acuerdo de los años noventa cuando vi la serie, 30 años después de su creación. Ahora que regreso a ella ya no me gustó tanto. Me entusiasma imaginarme cuando tenía 10 años y me dibujé con un lapicero de tinta negra un reloj en la muñeca y en vez de manijas le tracé un círculo, con ojos, boca y pelo, porque la idea me la dio Súper cuando hablaba con su jefe y se veían las caras en el reloj. O recuerdo mi acceso de risa al ver que la mamá Ultra y la hija adolescente Lucero se arreglaban uñas, pelo, maquillaje y se vestían en 3 segundos, gracias a unas máquinas robots que les hacían toda la acicalada con solo apretar un botón.  Pensaba en ese entonces, lo recuerdo muy bien: qué rico una de esas máquinas que me levante de la cama, me bañe, me dé desayuno y me suba a la ruta del colegio sin tener que abrir los ojos ni moverme y que cuando me despierte esté sentada en el salón.
Pero hoy, en pleno 2020, mientras me río con mis recuerdos de infancia, encerrada en la casa por el coronavirus, me pareció un mensaje traído del futuro desde 1962. Y no un futuro bonito. Tuve que ver la serie con una mirada sociocultural, domesticada por la academia; mi pensamiento mágico desapareció y lo que encuentro en la serie es una representación de una realidad no tan distinta a la que vivimos como sociedad actualmente.
Les voy a contar por qué.
La familia Sónico o los Jetson que sería su denominación en inglés, viven su vida flotando.
Un día cayó un meteorito a la tierra y destruyó y hundió las ciudades con terremotos, maremotos y cuánto fenómeno natural se imaginen. Entonces Los Sónicos se fueron a vivir a la estación espacial, donde trabaja Súper, para sobrevivir, mientras se construían casas en el aire, único lugar ambientalmente habitable. Los Sónicos son una familia acomodada de Estados Unidos donde al parecer los únicos que viven en el aire son los ricos: los pobres se quedaron en la parte de abajo, y no se sabe bien cómo es ese lugar porque la serie no lo explica en detalle.
De hecho lo del meteorito se aborda en un comic realizado en el 2007.


Los que hacen los trabajos operativos y domésticos son robots, quienes tienen sentimientos y ya hacen parte de las clases sociales, porque son los únicos que viajan en transporte público; el resto de gente que flota tiene carro volador y generalmente anda una persona por autonave. Su vida transcurre entre las compras, el trabajo, la casa y andar solos por los aires… y bueno, ir de vacaciones a Las venus cuando el señor Sónico tiene días libres.
Pero lo peor viene con el uso de la tecnología. Esta gente no tiene vida social, no tiene vecinos, depende 100 por ciento de la tecnología. Súper trabaja tres horas al día, sí, maravilloso, pensaremos algunos, solo le pone cuidado a un botón por 180 minutos al día, 15 horas a la semana, 20 días al mes y trabaja en una estación espacial, pero si se le llega a dañar el botón no sabría cómo solucionar el problema.
Porque realmente lo único que hace es aburrirse  tres horas en esa estación, vigilando cuándo llega el momento en el que debe oprimir el botón.


Algo parecido pasa con Cometín, el hijo menor de la familia: no sabe qué es el miedo de ir al odontólogo ni tiene tiempo de aburrirse, todo se lo resuelve una máquina o lo que se llamaría ahora la telemedicina para las consultas de salud. Juega con robots, sus amigos se conectan por videollamada, la comida que quiere sale de manera mágica por una máquina, nunca toca el suelo, no lo conoce. No ve pájaros, menos reptiles, tampoco se mete al río o va al mar. No sabe qué es subirse a un árbol o comerse una fruta recién cosechada, no conoce el sabor de la tierra o del agua salada. Y nunca podrá ver caer el agua del cielo en las plantas y ver los colores y formas de las hojas, ni hacer pistolas con palos, ni casas con ramas.

¿Qué vida es esa? Supongo que si no la conoces no la anhelas, pero, aquí va mi punto, yo que sí la vivo no la quiero perder. ¿Y tú?
Siguiendo con la historia de los Sónicos, que les recuerdo es una serie de dibujos animados, o sea, pura ficción, nada que ver con la realidad, esta gente tampoco sale a caminar, porque claro, viven en el aire, y las rampas y puentes que tienen para conectarse entre casas, con centros comerciales y edificios empresariales o escuelas, todas son automáticas, los arrastran por la vida, no entiendo cómo no son obesos, la única pasada de kilos es la “señora” que les ayuda con los oficios de la casa, quien además es psicóloga de la familia  es un robot y tiene otras máquinas robots que le ayudan a ser un robot menos ocupado.
Pero sí, menos mal esto es ficción, nada de qué preocuparse, pero bueno, a mi la verdad me llama mucho la atención que este mundo utópico y distópico a la vez, creado en 1962, hoy no es tan distante y no es tan cómico. En internet pueden encontrar diferentes escritos sobre las “profecías” que ya se cumplieron en cuanto a avances tecnológicos se tenían en la serie: relojes inteligentes, videollamadas, asistentes virtuales, casas inteligentes, bandas caminadoras, telemedicina, teatro en casa, robots que hacen oficios del hogar.


 La recomiendo para todas las edades porque esa serie desarrolla una hipótesis sobre cómo sería una sociedad sumergida en la tecnología. La automatización de los individuos, la falta de aburrimiento para incentivar la creatividad, la ausencia de espacios sociales rodeados de naturaleza para el contacto, la soledad como la anulación del ser y no como espacio para el autoconocimiento.
Mírenla, sáquenle el tiempo en cuarentena, además como dato curioso, la serie en español contó con la participación de voces mexicanas, entre ellas la de María Antonieta de las Nieves, más conocida como La Chilindrina, ella hace la voz de Lucero y Cometín en la primera temporada.
La ilusión de un futuro fantástico de la mano de la tecnología, eso construyeron William Hanna Y Joseph Barbera mientras el primero preparaba los guiones y se encargaba del ritmo de la animación el otro escribía y dibujaba. Dos artistas a los que les tocó crecer durante la época de la Gran Depresión y realizar sus sueños de empresarios durante los años sesentas llenos de revueltas sociales y políticas, cambios en el orden social y la cultura. Quizás esto fue lo que los motivó a pensar en paraísos hedonistas llenos de robots y pantallas inteligentes por todos lados. Con gente que no se encuentra piel con piel ni para mirarse de reojo.


William murió en el 2001 y Barbera en el 2006, vivieron más de 90 años. El primero nació en 1910 y el otro al año siguiente. Me pregunto qué pensarían ahora si estuvieran vivos o me gustaría preguntarles qué mundo paralelo armarían, quizás uno bien fiestero como el de Los Picapiedras combinado con la tecnología de Los Sónicos.
No sé, creo que ya regresé a mi pensamiento mágico.

*Artículo publicado originalmente en lacebraquehabla.com



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