Este año además de los talleres, charlas y exposiciones que ya son tradición en el evento, estará el lanzamiento de la actividad académica FUERA DEL MARGEN: encuentro de experiencias en narrativas gráficas. Un espacio de investigación y divulgación alrededor de los estudios sobre estas narrativas, teniendo en cuenta nuestra memoria gráfica y cultura visual. Dibujado a lápiz, entintado con medios tradicionales y coloreado digitalmente, así es el arte que San Espina* obsequia para el diseño del cartel de la XXIII Cómic Sin Fronteras del Eje Cafetero. Cómic Sin Fronteras, un evento de la Corporación Cine Club Borges, entidad cultural sin ánimo de lucro con 28 años continuos de labores culturales, sociales y educativas en el Eje Cafetero, Colombia, regresa en esta nueva versión del evento con talleres, jornadas de dibujo, exposiciones y charlas relacionadas con ilustración, cómic, animación, dibujo y caricatura; un evento para públicos de diferentes edades, actividades sin costo y con e
El pasado marte 19 de septiembre, en la inauguración de la versión XXIII de Cómic Sin Fronteras, se entregaron los premios que llevan el mismo nombre del proyecto en su novena versión. Estos reconocimientos al talento y a la gestión cultural de artistas enfocados en el dibujo, la caricatura y el guion, se realizan desde hace nueve años para destacar el talento que se tiene en Colombia en estas artes gráficas. Este año los reconocidos fueron: En la fotografía de izq. a der. Alejandro Mosquera, recibiendo el premio por Elena Ospina; Elisa Trejos, recibiendo el premio por La Ché; los siguientes son los premiados asistentes: Edilberto Vargas, San Espina, Marco Pinto y Angélica Aristizábal Mejor gestora gráfica, Angélica Aristizábal Esta artista que firma como Muluk, quindiana, egresada de la escuela de caricatura Taller Dos de Calarcá del maestro Mario García; explora varias líneas gráficas y es una gran entusiasta creando, organizando y apoyando distintos eventos y espacios gráficos. En
Los nacidos a finales de los setenta y mediados de los ochenta del siglo XX recordarán la serie de ánime Las Aventuras de Tom Sawyer, esos dibujos animados en los que un muñequito de amplia sonrisa, cachetes chapeados, blanco, flaco, pelo rojizo abundante, que andaba con pantalón de tirantes y sin zapatos, llegaba tarde a la escuela y siempre tenía a mano los juegos más divertidos del mundo. Ese personaje, salido del mundo de la literatura para entronizarse en el cine y el cómic, nos tenía pegados a los rústicos televisores a color una vez por semana durante 24 minutos y nos dejaba con la boca abierta con las ocurrencias que tenía, cuando nosotros estábamos entre los 9 y los 12 años, más o menos. No me dejarán mentir los de mi generación. ¡Quién no quería ser Tom Sawyer! Un niño que le valía madre lo que la voz de la autoridad dijera. Solo pensaba en las aventuras que iba a tener hoy con su mejor amigo Huckleberry Finn o en las estrategias para que Becky le prestara atenci
Comentarios